Hasta el momento, en los planes de Milei, el ajuste no lo pagará «la casta»

La mayoría de los argentinos, por ignorancia, enojo u odio al cristinismo, consagró como presidente a Javier Milei, seducidos por el canto de sirena que incluía dolarización, fin de la casta y la promesa de que “el ajuste lo iba a hacer la política”. Bastaron apenas unos días para que las tres propuestas fueran lanzadas al tacho de desperdicios: la dolarización fue suprimida y la “casta” encontró ocupación en su gobierno. Quedaba el ajuste. Este miércoles, con su terrible anuncio de estanflación por dos años y riesgo cierto de hiperinflación, terminó de definirse el horizonte para los ingenuos votantes y para el resto de los argentinos. No sorprendería que, en el acto de asunción, el nuevo presidente citara a su admirado Carlos Saúl Menem: “Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me hubieran votado”.

El ajuste que anunció Milei no tiene antecedentes en la historia argentina. Tampoco en la historia universal con gobiernos democráticos. El mercado espera una fuerte devaluación que superaría un 200 por ciento para el mes de marzo. Sólo para diciembre el indicador inflacionario se ubicaría entre el 30 y el 40 por ciento. El mercado del dólar futuro se eyectó en correspondencia con esas expectativas.

Una proyección bastante moderada de Andrés Reschini, economista de F2 Soluciones Financieras, prevé una devaluación directa de 123,8 por ciento para diciembre, del 156,8% para enero, del 183,9 por ciento para febrero y del 203,5 por ciento para marzo respecto del nivel actual. En tanto que, para abril y mayo, las devaluaciones directas esperadas son del 234,2 por ciento y 263,6 por ciento respectivamente.

Durante su visita a los EEUU, las explicaciones de Milei sobre su política económica fueron música para los oídos de los financistas. Sin embargo, no aflojaron los bolsillos: ninguno creyó que su plan de recesión económica, altísima inflación, desocupación, destrucción del salario, de las asignaciones de todo tipo y del aparato productivo, fuerte incremento en los precios de bienes y servicios y fuerte incremento de la pobreza e indigencia, con su correlato de altísima concentración del ingreso atado a privatizaciones y posiciones dominantes del mercado pudiera ser implementado sin una altísima conflictividad social que podría poner en riesgo su continuidad presidencial. Apenas si le dieron una palmadita y le recomendaron que presentara resultados concretos, validados sobre el terreno, de su éxito. Allí sí habría dólares frescos, incluso del FMI.

Milei ya consiguió su legitimidad electoral. Ahora resta saber si la corroborará en la práctica. Y a qué precio. ¿Seguirá celebrando ese universo de votantes duros del 30 por ciento, en su mayoría desocupados, dependientes de planes sociales o de empleos precarios y malpagos el “fin del populismo”? ¿Aceptarán la indicación de Mauricio Macri de que deben salir a las calles a defender el ajuste a través de la violencia? ¿O se sentirán estafados y reaccionarán en consecuencia?

Nada de lo que propone ahora Milei ha dejado de ser advertido. Las cartas comienzan a bajarse sobre la mesa.

Por Agencia NOVA

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